miércoles, 4 de abril de 2018

Reisetagebuch: München

Después de visitar Bélgica regresé a Bruselas para tomar el tren a Alemania. Desde que era niña, Alemania siempre ha sido un país que me ha llamado la atención, principalmente por la influencia de mi papá: Él decía que el Volkswagen era el mejor automóvil de todos pues ser armaba y desarmaba fácil y en casos extremos, podía arrancar con agua (ignoro si esto es cierto o no, pero le creo). También admiraba que el país era una potencia mundial a pesar de haber perdido dos guerras mundiales, pues valoraba mucho la disciplina y nada mejor que el país teutón para representarla. El viaje en tren duró 6 horas desde Bruselas a München, con una pequeña parada en Köln donde pude tomar esta foto.



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Me hubiera gustado tener más tiempo para admirar la catedral pero casi pierdo el tren. La estación de trenes de Köln es enorme pero tiene la gran ventaja de que la catedral se encuentra apenas saliendo, el problema es encontrar la salida exacta.

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En München no hice mucho, pues estaba muy cansada y estarse moviendo de un lado a otro ya empezaba a hacer estragos pero esa fue la primera ciudad en la que viví el shock del metro sin torniquete: comprabas tus boletos y debías sellarlos en cada viaje, pero fácilmente podías subirte al tren sin boleto, aunque claro, si te cachaban, la multa es de unos módicos 50 euros por no querer comprar un billete de 1 a 3 euros, así que mejor evitar problemas.

La primera noche cené en una taberna tradicional: carne de cerdo y una mezcla de harina con papa que se usa a modo de pan.

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El techo estaba decorado con escudos de otras ciudades bávaras. Una de las cosas que más se le critican a esta parte del país es el orgullo por sus raíces al ser el estereotipo de lo que creemos “alemán” (los trajes típicos, la cerveza y las montañas), lo que no hace muy feliz a los capitalinos. El lugar tenía un pequeño escenario de espectáculos, lo que más me gustó fue el fondo.

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Al otro día me aventuré a ir al centro de la ciudad, a Marienplatz. La arquitectura es preciosa y tuve la ¿suerte? de que me agarrara una pequeña nevada mientras caminaba por sus calles. Para alguien que vive en un país tropical esto fue un gran acontecimiento.

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Llegué justo a tiempo para los mercados de navidad, comunes en varios países en esas fechas. Desafortunadamente visité Marienplatz en domingo y muchos de los establecimientos comerciales estaban cerrados. Quería comprar unos guantes y una chamarra porque para ese entonces ya me estaba dando cuenta de que había subestimado el invierno europeo así que sufrí el frío unos días más.

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De regreso al hotel me encontré con este anuncio:

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¡Qué contraste estaba viviendo! Me pregunto que pensarían los alemanes viendo ese anuncio…
A pesar de quedarme 3 días en München no conocí mucho de la ciudad, pues la usé como base para visitar Zugspitze y Salzlburgo, aventuras que les contaré en otras entradas ¡nos leemos pronto!

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